27 de febrero, día de la independencia nacional, día de reflexión



Celebrar una gesta, pero transformar el presente, también

Héctor B. Olea C.

El 27 de febrero es un día de importancia histórica para el pueblo dominicano. Un día como hoy, pero del año 1844, un grupo de hombres y mujeres valientes lograron la independencia del país del poder haitiano y el consiguiente establecimiento de la primera república.

En los días previos a esta fecha, a nivel nacional se promueven toda una serie de reflexiones tendentes a provocar que las generaciones presentes y futuras mantengan viva en su memoria y hasta emulen el sentimiento patrio (el desinterés personal) principalmente de los llamados padres de la patria, así como el de los hombres y mujeres que junto a ellos lucharon para lograr la tan presumida hoy (¿todavía real, alguna vez real?) independencia nacional.

Lo lamentable es tener que ser testigos de cómo funcionarios públicos, comenzando por el poder ejecutivo mismo, el poder legislativo y el poder judicial, actúan de espalda a los principios de enarbolados por los padres de la patria. También es penoso tener que observar cómo funcionarios públicos que juran hacer cumplir la constitución y las leyes vigentes, actúan por lo general en sentido contrario.

Por ejemplo, consideremos el juramento que los miembros de poder ejecutivo (presidente y vicepresidente de la república) tienen que hacer al ser juramentados y tomar posesión de sus cargos:

“Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ciudadanas y cumplir fielmente los deberes de mi cargo” (artículo 127 de la vigente constitución dominicana, promulgada apenas el 26 de enero del año 2010).

Es, pues, muy claro, que los presidentes que hemos tenido en el país, por lo general, de muchas y muy diversas maneras, actúan de espaldas, precisamente al juramento que con tanta solemnidad prestan (quizás porque no es un juramento que les salga de lo más profundo de su corazón; también porque probablemente ni crean en eso; quizás porque simple y aparentemente no es más que un mero formalismo fijado por el legislador en la llamada “carta magna) al tomar posesión de sus cargos; pero con que tanto descaro ignoran y violan luego al administrar el estado.

Respecto del poder legislativo, representado por el senado (cámara alta) y la cámara de diputados (cámara baja); podemos mencionar un principio muy valioso, interesante, pero a su vez echado al zafacón por el habitual y tradicional comportamiento de los miembros del congreso nacional. El principio en cuestión, establecido precisamente en la constitución vigente en su artículo 77, numeral 4, afirma:

“Las y los senadores y diputados no están ligados por mandato imperativo, actúan siempre con apego al sagrado deber de representación del pueblo que los eligió, ante el cual deben rendir cuentas”

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Será verdad que el histórico y recurrente comportamiento de los representantes del poder legislativo (sin importar de qué partido provengan) ha mostrado conformidad con este principio? Claro que no, de eso el pueblo dominicano está plenamente convencido, incluso la  comunidad evangélica misma.

Una clave que quizás nos ayude a entender el histórico y contradictorio proceder de estos supuestos representantes del pueblo dominicano en los tres poderes de la república (el ejecutivo, el legislativo y el judicial); es que actúan más bien apegados a los principios e intereses del partido al que pertenecen; en otras palabras, no hacen suyos los verdaderos y legítimos intereses del pueblo al que constitucional y de manera legítima y consistente están para representar, promover y defender, sino que más bien actúan apegados a la agenda e intereses del partido u organización política en que tienen su membresía.

En suma, el ideal constitucional es un estado de verdadero derecho, un estado donde se imponga el imperio de la ley, un estado donde los representantes del pueblo dominicano en los distintos estamentos del poder público actúen no a favor de sus personales y partidarios intereses, sino a favor de los verdaderos intereses nacionales. Por eso, personalmente he llegado a decir que el principio de que se sirve al país, sirviendo al partido; en la mayoría de los casos, implica traicionar al país, buscando los simples intereses del partido.

En realidad parece que los supuestos representantes del pueblo dominicano, antes que miembros del pueblo dominicano, antes que verdaderos dominicanos, son peledeistas (miembros y compromisarios del partido de la liberación dominicana); antes que verdaderos dominicanos, son perredeistas (miembros y compromisarios del partido revolucionario dominicano); antes que verdaderos dominicanos, son reformistas (miembros y compromisarios del partido reformista social cristiano), etc.

Obviamente, así no se hace patria, por no menos, no con la que soñaron las personas que sacrificaron sus vidas por la independencia nacional, no con la que todavía sueña el pueblo dominicano.

Por otro llama la atención que la fecha del 27 de febrero esté entre las tres únicas fechas en que según la constitución vigente el poder ejecutivo tiene la facultad constitucional de conceder indultos, con apego al marco jurídico vigente. La constitución vigente establece (en su artículo 128, primer apartado, literal “j”) que el poder ejecutivo tiene la facultad constitucional de producir indultos en tres fechas específicas del año: los días 27 de febrero (día de la independencia nacional), los días 16 de agosto (día de la restauración de la República), y los 23 de diciembre (fecha previa a la cena de Noche Buena).

Realmente asombra que el poder ejecutivo no utilice este recurso constitucional, demostrando un verdadero patriotismo, a fin de lograr un cambio radical y positivo respecto de la situación en que actualmente se encuentran muchas personas que purgan diversas penas en el sistema penitenciario de la República Dominicana.

Ahora bien, también resulta llamativo que nunca se ha visto que las comunidades evangélicas (de manera directa o vía las instituciones que dicen o pretenden representarla), que tanto “oran” por las personas que cumplen diversas penas en el sistema penitenciario de la República Dominicana; se hayan pronunciado (como sí lo han hecho y lo hacen consistentemente a favor de temas de su particular interés), para que el poder ejecutivo utilice el referido instrumento constitucional para indultar a miles de personas en las cárceles con enfermedades terminales, otras que ya han purgado la pena impuesta por un juez, y otras que sin haberse dictado sentencia; sin embargo ya tienen años de prisión como si se les hubiera dictado sentencia alguna.

A la luz del estado actual de las cosas, se impone que en una fecha tan memorable para la identidad nacional, también pensemos y asumamos una actitud crítica y responsable, a fin de que en nuestro país se establezca un verdadero estado de derecho, y un verdadero clima donde impere el interés nacional y no el partidario, o grupal, incluso el de instituciones y agrupaciones religiosas (sin excluir las evangélica).

Es preciso insistir en que las comunidades evangélicas, y las que dicen representarlas, también se deben comprometer con la lucha por el establecimiento de un verdadero clima donde reine la paz, la libertad, un efectivo estado de derecho; un estado donde existan condiciones de verdadera libertad y satisfacción de las aspiraciones que tenemos como pueblo; un estado donde tenga sentido presumir del hecho de nacer o llegar a ser un ciudadano de este bello pero mal administrado país; país tan recurrentemente traicionado por muchísimas personas (de compromiso partidario, de compromiso religioso) que dicen representarlo y que supuestamente prometen actuar en su favor, defendiendo sus mejores intereses.

Es preciso, pues, que las comunidades evangélicas, en el ejercicio de un verdadero y legítimo ejercicio profético, se comprometan con la lucha por el establecimiento de un verdadero estado de derecho; con el establecimiento de un verdadero clima de justicia y paz social, un ambiente de satisfacción general, donde impere el interés nacional y no el interés grupal, político partidario, incluso de algunas agrupaciones religiosas (sin excluir las evangélicas); así de sencillo.


¡Hasta la próxima!


¿Qué es más fácil? «Oración» versus «acción» en situaciones muy concretas

¿Qué es más fácil?

«Oración» versus «acción» en situaciones muy concretas

Héctor B. Olea C.

Como dije anteriormente, al considerar algunas reacciones a mi nota «Promesas de oración versus acompañamiento significativo»; me propuse publicar otras dos notas más en la misma línea y sentido, con tal de hacer más explícitas algunas ideas de ésta.

La primera fue la nota que titulé “¿Te atreverás a «orar» por eso?”. La segunda es la que ahora tengo a bien poner a consideración de las personas que me honrar con su atenta e inteligente lectura, la cual he titulado “¿Qué es más fácil?”

A manera de introducción diré que para esta nota me propuse tomar algunos importantes y recurrente temas objetos de mucha oración en nuestras comunidades de fe, y plantear la disyuntiva (introducidas con la expresión «¿Qué es más fácil?»), entre «el orar» por dichas problemáticas y «el actuar» de manera comprometida y decisiva a fin de que dichas problemáticas sean superadas.

Comencemos, pues, nuestra aventura:

1) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar para que Dios provea?

B) ¿Ser nosotros instrumentos de provisión (implicando también la lucha consistente por una mejor distribución de las riquezas y porque haya una verdadera equidad y justicia social)?

2) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por la paz?

B) ¿Trabajar por la paz, a fin de que sean transformadas situaciones alienantes, opresivas y que, sin duda, dificultan la convivencia justa y pacífica entre los seres humanos?

3) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar para que se reduzcan los altos niveles de analfabetismo?

B) ¿Que la comunidad de fe apoye consistentemente la lucha y los programas tendentes a reducir los altos niveles de analfabetismo (implicando la posibilidad de que la comunidad de fe misma pueda desarrollar modestos programas de alfabetización)? ¿Que nosotros mismos como personas y como congregaciones nos involucremos activamente con acciones (campañas y programas) que permitan una reducción significativa del analfabetismo en nuestras propias comunidades?

4) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar para que Dio se glorifique obrando milagrosamente en la resolución de los problemas de salud (incluso odontológicos) de la comunidad?

B) ¿Que la congregación misma se envuelva y participe activamente en la planificación y realización de algunos operativos médicos, así como en el establecimiento de ciertos servicios fijos básicos de salud (hasta donde le sea realmente posible)? ¿Qué las comunidades de fe se sumen y participen activamente en la lucha por el establecimiento y mejora del sistema de seguridad social?

5) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por las personas discapacitadas, para que el Señor se glorifique dándoles tejidos nuevos, órganos nuevos, articulaciones nuevas, etc.?

B) ¿Que la congregación o comunidad de fe planifique y desarrolle una verdadera, consistente e integral pastoral en favor de las personas discapacitadas?

6) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por el problema del racismo?

B) ¿Qué la comunidad de fe apoye activa y consistentemente la lucha en contra del racismo, así como no desaproveche la más mínima oportunidad que tenga para expresarse en contra de cualquier brote, tipo o expresión de racismo?

7) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por altos índices de embarazos no deseados en adolescentes?

B) ¿Qué las comunidades de fe luchen activamente por la implementación y desarrollo de una integral e idónea educación sexual? ¿Qué la comunidad de fe se involucre y participe activamente en las campañas de educación sexual?

8) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por las personas enfermas internas en los hospitales y clínicas del país?

B) ¿Qué las distintas comunidades de fe planifiquen y lleven a cabo una verdadera pastoral dirigida al apoyo integral y acompañamiento significativo de las personas ingresadas los hospitales y clínicas del país?

9) «¿Qué es más fácil?»

A) ¿Orar por las personas purgan alguna pena en el sistema penitenciario dominicano?

B) ¿Qué la comunidad de fe lleve a cabo una verdadera pastoral carcelaria? ¿Qué la comunidad de fe, aprovechando el marco jurídico y constitucional vigente, proféticamente exija el aprovechamiento del marco jurídico y constitucional vigente para procurar mejores condiciones de vida (y una verdadera reforma penitenciaria) para las personas residentes en las distintas cárceles del país?

Llama la atención que en el caso específico de la República Dominicana, la constitución vigente establece (artículo 128, primer apartado, literal “j”) que el poder ejecutivo tiene la facultad constitucional de producir indultos en tres fechas específicas del año: los días 27 de febrero (día de la independencia nacional), los días 16 de agosto (día de la restauración de la República), y los 23 de diciembre (fecha previa a la cena de Noche Buena).

Lo curioso es que nunca se ha visto que las comunidades evangélicas (de manera directa o vía las instituciones que dicen o pretenden representarla) que tanto “oran” por las personas que cumplen diversas penas en el sistema penitenciario de la República Dominicana, se hayan pronunciado (como sí lo han hecho y lo hacen consistentemente a favor de temas de su particular interés), para que el poder ejecutivo utilice el referido instrumento constitucional a fin de indultar a miles de personas en las cárceles con enfermedades terminales, otras que ya han purgado la pena impuesta por un juez, y otras que sin haberse dictado sentencia; sin embargo ya tienen años de prisión como si se les hubiera dictado sentencia alguna.

Finalmente, sé que hay muchas otras situaciones que también demandan mucho más que la simple oración o promesa de oración; aquí solamente he considerado algunas a manera de ejemplo y casos ilustrativos. Con toda franqueza, puedo decir que estoy seguro de que las personas que me honran con su lectura podrán llevar esta reflexión mucho más lejos.

En conclusión, el simplemente «orar» por una determinada problemática no es lo mismo (y es más, mucho más fácil y menos riesgosa y de menor compromiso) que el comprometerse de manera activa, decisiva y consistente en la lucha por la superación y reversión de dichas problemáticas.

¡Hasta la próxima!

¿Te atreverás a «orar» por eso? «Oración» versus «acción» en situaciones muy específicas

¿Te atreverás a «orar» por eso?
«Oración» versus «acción» en situaciones muy específicas
Un caso muy concreto

Héctor B. Olea C.

En el contexto de unas de mis clases, específicamente el pasado domingo 29 de enero, consideré oportuno hacer referencia a mi más reciente artículo publicado en Facebook el viernes 27, titulado «Promesas de oración versus acompañamiento significativo».

Al comentar algunas de las ideas que conforman dicho artículo, un hermano y una hermana de la clase trajeron a colación, a manera de ilustración, un caso muy especial el cual me ha servido de marco para la presente reflexión.

Los elementos del relato (de un hecho real e histórico por cierto) al que hicieron referencia dos de mis estudiantes, son:

1) Un culto o servicio en una iglesia pentecostal.

2) Un hermano, en verdad muy adinerado, a quien se le asigna la responsabilidad de «orar» por el mensajero y el mensaje o reflexión bíblica de la ocasión, para que Dios lo use en gran manera y su mensaje sea de edificación, y una real y efectiva bendición para el auditorio (según una tradición muy fuerte en el ámbito pentecostal por lo menos en la República Dominicana).

3) Tanto el predicador como la persona a quien se le asignó la responsabilidad de «orar» por el mensajero y el mensaje de la ocasión, no son miembros de la congregación en la que se llevó a cabo el referido culto o servicio.

4) El predicador de la ocasión es el pastor del hermano a quien se le asignó la oración por el mensajero y el mensaje de la ocasión.

5) La congregación local tiene una necesidad urgente de varios abanicos de techo.

6) El pastor de la iglesia local, pública y abiertamente, solicita que en la oración por el mensajero y el mensaje, también se «ore» por la urgente necesidad que tiene la congregación local de unos abanicos de techo (abanicos muy necesarios en el clima tropical del caribe).

Ahora bien, habiendo explicado el contexto y los elementos de nuestro relato, paso a describir ahora el momento cumbre de este muy ilustrativo caso.

Habiendo llegado, pues, el momento de que nuestro adinerado hermano proceda a «orar» tanto por el mensajero, como por el mensaje y la urgente necesidad de los abanicos de techo de la iglesia local; su pastor (el predicador de la ocasión) llama su atención, y lo cuestiona diciéndole: ¿Vas a «orar» por eso? ¿Vas a «orar» por la necesidad de los abanicos, cuado tú tienes los recursos que se necesitan para resolver y solucionar ese problema?

En otras palabras, ¿te atreverás a «orar» por algo que sencillamente tú y yo sabemos que está en tus manos el poder resolverlo sin dificultad alguna (aun si implicara alguna dificultad)? ¿Te atreverás a «orar» por algo que está en tus manos poder solucionar? ¿Le vas a sacar el cuerpo a este problema? ¿Vas a desperdiciar la oportunidad de ser el ideal instrumento de Dios para esta ocasión frente a este problema?

De todos modos, llama la atención que ante el cuestionamiento y propuesta de su pastor, el adinerado hermano haya reaccionado con una extraordinaria humildad, empatía, compasión y generosidad (¿Volvería en sí?).

En consecuencia, nuestro adinerado hermano, sin problema alguno, sin la más mínima resistencia procedió a elaborar y firmar un cheque con el cual se compraron los abanicos que tanto necesitaba la congregación local.

Ciertamente es aleccionador este relato e invita a una seria reflexión. Es sumamente interesante que con la simple elaboración y firma de un cheque, este hermano se convirtiera en un instrumento de Dios para solucionar un problema concreto y específico, en una situación específica. Este adinerado hermano, comprendiendo cómo esta situación lo desafiaba a dar un ejemplo concreto de amor, compasión y desprendimiento, ¡sin tener que «orar» por la necesidad de los abanicos, resolvió ese problema en unos minutos!

Sin duda que en el contexto en que se estaba celebrando el servicio o culto en cuestión habría personas que quizás lo único que podrían hacer sería «orar» por la necesidad de los abanicos que tenía la congregación local. Sin embargo, pienso que de otra cosa de la que también podemos estar seguros es que nuestro hermano adinerado podía hacer mucho más que «orar»; es más, no tenía ni tuvo que «orar», sólo tenía y tuvo que «actuar».

Así también es muy probable que en el mismo contexto en que actuó nuestro adinerado hermano, también hubiera otras personas que, por lo menos en parte, podían hacer mucho más que «orar», que igualmente sólo tenían que «actuar» (aunque no poseyeran tantos recursos económicos como aquél).

Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿En cuántas ocasiones similares a la que nos ocupa hemos visto a personas «orar» por dificultades y problemas, teniendo ellos los recursos, los dones y capacidades para resolverlos?

¿Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las que sabemos que la persona que plantea que se «ore» por alguna dificultad, precisamente tiene ella misma los medios para revertir y solucionar esa dificultad?

¿Cuántas veces hemos sido testigos de cómo hermanos y hermanas le sacan el cuerpo a la posibilidad de ser reales instrumentos de Dios para situaciones específicas, «actuando» y no precisamente «orando»?

¿Cuántas veces hemos sido testigos de que en muchas ocasiones en las que se ha planteado la necesidad de «orar» por alguna problemática, lo que en realidad se necesita precisa y definitivamente no es «orar», sino «actuar» de manera decisiva, responsable, comprometida, misericordiosa y compasiva?

¿Hasta cuándo insistiremos en «orar con fe» por cosas y situaciones que más bien demandan que «actuemos por fe», de manera compasiva y con misericordia?

¿Cómo creemos que nos desafían, cómo hemos de reaccionar ante pasajes y textos bíblicos como Isaías 58.5-7 y Santiago 2.14-17?

Considérese a Isaías 58.5-7: ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? 6¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? 7¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?

Considérese a Santiago 2.14-17 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”

En lo personal, pienso que estos dos pasajes nos invitan a evitar la recurrente postura de la espiritualidad tradicional que resulta muy litúrgica, muy espiritualista, pero muy poco comprometida. Una postura que promueve «orar» por ciertos problemas, pero sin el compromiso serio de «actuar» (invertir energía y algo más) para la solución de los mismos (quizás en la mayoría de los casos).

Finalmente, no quiero que se piense que la persona protagonista de nuestro relato lo ha sido por ser una persona “adinerada”; más bien lo ha sido porque fue una persona que por poco cae en la trampa de «orar» por un problema y necesidad, cuando él mismo sabía que lo podía solucionar «actuando» (aunque aparentemente por un momento no estuvo consciente de ello).

En honor a la verdad, tenemos que admitir que en muchas ocasiones más hace la compasión, el desprendimiento, la empatía y la vocación de servicio, que una extraordinaria cantidad de recursos y bienes.

En este mismo tenor, creo que merece destacarse la valentía y hasta atrevimiento del pastor que decidió intervenir para hacer consciente a nuestro hermano adinerado, de la oportunidad que Dios y la historia le brindaban, para que actuara como finalmente lo hizo. Es más, es muy probable que sin la intervención oportuna de su pastor, nuestro hermano hubiera optado por «orar», con mucha fe, sí con demasiada fe; pero sin comprometerse con «actuar» para que tal problema tuviera la solución esperada.

Quiera Dios que así como actuó el hermano protagonista de nuestro relato (al entender la oportunidad que la historia y una necesidad concreta le brindaban para ser y actuar como un real e ideal instrumento de Dios); así también comprendamos, aceptemos y estemos dispuestos nosotros (as) a actuar con ese mismo espíritu de sacrificio, humildad, desprendimiento y vocación de servicio, ante las concretas situaciones que se nos presentan como reales y verdaderas oportunidades de ser instrumentos, al servicio de los mejores proyectos de Dios que, sin duda, involucran a nuestro prójimo en las situaciones concretas y críticas en que éste subsiste.


¡Hasta la próxima!