Biblia, Judaísmo y Cristianismo



La Biblia en el centro de un gran conflicto

Héctor B. Olea C. 

Aunque desde la perspectiva del Cristianismo es común y prácticamente un axioma la presumida “perfecta unidad” de la Biblia, como si toda ella habría surgido en un ambiente cristiano y con la finalidad de legitimar al Cristianismo como tal; en realidad, la Biblia como la asume al Cristianismo y es conocida hoy (compuesta por 66 o 73 libros) implica dos secciones bien delimitadas y con características y teologías muy propias e irreductibles.

El llamado por los cristianos «Antiguo Testamento» es ante todo un conjunto o cuerpo de literatura propiamente judía, y esto tiene serías y decisivas implicaciones para su traducción, lectura, exégesis, teología y aplicación.

Es el «Nuevo Testamento» el verdadero y propio conjunto o cuerpo literario estrictamente cristiano, y esto ha de tener serias y decisivas implicaciones para su traducción, lectura, exégesis, teología y aplicación.


Es más el concepto de «Antiguo Testamento» es una invención cristiana. Se explica su surgimiento cuando el cristianismo llegó a crear su propio cuerpo literario a la luz del cual se configuró y entendió que podía explicarse. Esto supuso a la vez la utilización del Tanaj (los 39 libros que según los cristianos conforman el «Antiguo Testamento») con fines básicamente apologéticos.

La razón para considerar el Tanaj como un «Antiguo Testamento», se explica, por un lado, por la interpretación esencialmente cristológica que hace el Cristianismo del mismo; y por otro lado, basado en la idea de que así como el Cristianismo constituía una superación del Judaísmo, igualmente el cuerpo de literatura cristiana constituía igualmente una superación del conjunto de literatura del mismo (considérese en este sentido y, por ejemplo, el enfoque y perspectiva de la epístola a los Hebreos).

Ahora bien y, de todos modos, desde la perspectiva judía, el Tanaj (la llamada Biblia hebrea) no necesariamente da origen al cristianismo, no es en algún sentido cristológico; no es el llamado «Nuevo Testamento» una legítima continuación del Tanaj, y mucho menos su superación.

Por lo tanto, desde la perspectiva judía, no existe tal cosa como una Biblia compuesta por un «Antiguo Testamento», y por un llamado «Nuevo Testamento» como continuación y superación del Tanaj. Para la concepción judía, lo que podría llamarse Biblia (que es un concepto cristiano) es sólo y nada más que el Tanaj.

En resumen, el Cristianismo pretende explicarse a partir de la historia judía y de su cuerpo de literario, pero con la pretensión de ser no sólo su legítima continuación, sino también su pretendida superación.

El Judaísmo, por su parte, no ve que su historia y cuerpo de literatura conduzcan de manera legítima al Cristianismo, tampoco ve la historia cristiana y el cuerpo de literatura cristiana (el llamado «Nuevo Testamento»), como una continuación de la suya, y mucho menos su superación e invalidación de la fe judía.  

La persona que como cristiana asume la tarea de la lectura, exégesis, y aplicación de la Biblia, debe ser consciente de las características peculiares de las dos grandes secciones que la integran. No debe ignorar la forma y la perspectiva de interpretación mediante la cual el Cristianismo hace suya la historia y el cuerpo de literatura judía (el Tanaj). Debe ser consciente de las implicaciones que tienen la visión judía y cristiana del concepto de Biblia, y de las pretensiones propias y peculiares de estas dos particulares e irreductibles religiones.


¡Hasta la próxima! 


¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


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Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?       

¿Cuál versión de la Biblia recomienda usted, profesor?

Una respuesta complicada, no tan sencilla, un enfoque crítico 


Héctor B. Olea C.

Como una manera de responder a una pregunta que con mucha frecuencia me hacen (¿Cuál es para usted la mejor versión de la Biblia? ¿Cuál versión recomienda usted?), decidí escribir este conjunto de principios generales que espero den a conocer mi punto de vista al respecto y sin rodeo alguno. Obviamente, los consejos que tengo a bien compartir en este artículo, se sustentan en mi basta y larga experiencia enseñando los idiomas bíblicos, principios de traducción bíblica, así como por una buena cantidad de ensayos, artículos y estudios que he elaborado en materia de exégesis, análisis comparativo de textos bíblicos, y de teología bíblica, etc. 

Comencemos pues nuestra tarea. Antes de plantear mis puntuales y finales recomendaciones, pienso que es importantísimo que se tomen en cuenta las siguientes pistas:

1) La Biblia es un fenómeno cristiano. No hay fuera del cristianismo una Biblia como la que se conoce en el contexto cristiano. En el contexto judío, sólo es normativo lo que en la Biblia cristiana se denomina AT. Y lo que en la Biblia se denomina NT, es propia y específicamente un conjunto de literatura cristiana, sin ningún valor religioso y normativo para fe judía.




2) Los principales agentes difusores de la Biblia son, pues, básicamente dos: la comunidad católica y la comunidad protestante.

3) La comunidad católica no ha podido vencer del todo la tentación de manipular ciertos pasajes bíblico, principalmente los de cierta y especial relevancia para su teología; las comunidades protestantes, tampoco.

4) No es cierto que las llamadas «traducciones literales» (mas bien traducciones por «equivalencia formal») de la Biblia sean las mejores, y menos expuestas a posibles manipulaciones de los agentes difusores de la Biblia. No es cierto que haya siquiera una traducción o versión de la Biblia totalmente por «equivalencia formal» ni otra por «equivalencia dinámica o funcional» por completo. Esto así, pues, lingüísticamente es prácticamente imposible, y por otro lado, por las decisiones particulares que toman los equipos encargados de llevar a cabo la traducción o revisión de una versión ya existente. Por otro lado, una versión o traducción de la Biblia por «equivalencia formal» no es la mejor traducción posible, y en muchos casos ni siquiera es propiamente una traducción.

5) La mayor crítica que quizás se le puede hacer a las llamadas «traducciones literales» (traducciones por «equivalencia formal»), es que cometen el error de imponerle al idioma receptor (en la traducción) la estructura y forma del idioma fuente. Ciertamente es el texto fuente la materia prima para la traducción bíblica; pero es el idioma receptor, con sus propias herramientas y características el que debe determinar la sintaxis y la forma en que el mensaje es comunicado en la traducción; hecho que le da una relativa ventaja a las traducciones hechas por «equivalencia dinámica o funcional».

6) La paráfrasis no es en realidad una traducción. Por tal razón, la calidad de una versión o traducción de la Biblia parafraseada está seriamente cuestionada, pues esta no nos permite estar seguro del mensaje que en realidad comunican los textos bíblicos en sus idiomas originales.  

7) El método de traducción empleado en la realización de una determinada versión de la Biblia por sí mismo no es ninguna garantía de que una traducción no será en cierta forma manipulada por agente difusor.

8) Hay ejemplos claros de ciertas manipulaciones en las versiones de la Biblia hechas por «equivalencia formal», así como en las versiones de la Biblia realizadas mediante la «equivalencia dinámica o funcional».

9) Si bien es cierto que para la lectura (¿estudio?) devocional de la Biblia cualquier versión podría ser adecuada; no es menos cierto que muchas veces en una lectura no muy detenida del texto bíblico, se perciben dificultades que motivan a un estudio más detenido y profundo del caso, demandando la consulta de otras versiones de la Biblia, y de ser posible, la lectura del pasaje en cuestión en su idioma original. Al final, una posible consecuencia de esta revisión es la constatación de algunas dificultades en una determinada (o varias) versión de la Biblia, y el reconocimiento de que definitivamente, en ningún sentido, es adecuado e ideal depender de una sola versión de la Biblia en el proceso de apropiación del mensaje de la Biblia y de reflexión teológica (popular o académica).   

10) Tenemos que aprender a acercarnos a toda y cualquier versión de la Biblia sin prejuicio alguno, ni a favor ni en contra, no importa de qué sector venga: Todas son o pueden ser buenas, muy buenas, acertadas o muy desacertadas, y todas están bajo sospecha. Después de todo, una versión de la Biblia es eso, una simple versión; versión que jamás puede adoptarse o equipararse con la Biblia fuente, la que podríamos llamar «Biblia original».

11) Es inadmisible el que se pretenda hoy, por un lado, fijar o considerar una simple versión de la Biblia como si fuera la única o la original; y por otro lado, el pretender estudiar la Biblia con base en una sola y específica versión de la Biblia.

12) Es preciso tener bien claro que es posible que en la traducción de un determinado pasaje una determinada versión de la Biblia sea la mejor; pero también es muy posible que respecto de la traducción de otro pasaje, esa misma versión sea la menos acertada; lógicamente, también cabe la posibilidad de que en la traducción de otro pasaje, esa misma versión simplemente sea tan acertada o desacertada como otras o las demás. En conclusión, la calidad textual de una determinada traducción o versión de la Biblia es un asunto a demostrarse y fijarse caso por caso, y no en alguna afirmación general con base en los prejuicios que tengamos respecto de ella, a favor o en contra.   

13) Ninguna versión o traducción de la Biblia es perfecta; todas son mejorables y pasibles de corrección. Obviamente, estoy haciendo referencia específicamente a la traducción a la luz de la calidad de de su base textual. No pienso aquí en una serie de ayudas y recursos extras que suelen acompañar las versiones de la Biblia, tales como: las tablas de pesos y medidas, referencias, introducciones a cada libro de la Biblia, mapas, concordancias, ilustraciones, notas al pie de página, pequeños vocabularios o glosarios, ayudas pastorales, etc.

14) En conclusión, con base en todo lo que he dicho, y en mi experiencia, mi consejo final es:

a) Que por buenas y excelentes traducciones y versiones de la Biblia que existan, la apelación a los textos bíblicos en sus idiomas originales es una tarea ideal, insustituible e ineludible, y en algunos casos especiales, la clave y la puerta de un oscuro laberinto.    

b) No recomiendo un estudio bíblico sustentado en una sola y específica traducción o versión de la Biblia; por el contrario, recomiendo el empleo y consulta de varias, todas las que se pueda, y de distintos métodos de traducción, y provenientes de distintos agentes difusores de la Biblia.

c) Recomiendo e invito a que nos acerquemos a cualquier y toda versión o traducción de la Biblia sin prejuicio alguno, ni a favor ni  en contra, sin importar el sector del que provenga, católico o protestante (al fin y al cabo ambos sectores no han podido vencer del todo la tentación de ajustar la traducción de ciertos pasajes a su particular teología).

d) Recomiendo estar atentos a la publicación de nuevas versiones y traducciones de la Biblia, o la simple y sencilla revisión y actualización (hasta retroceso) de versiones ya existentes.

e) No recomiendo una versión o traducción específica de la Biblia; tampoco tacho a ninguna. Será el estudio diligente, paciente, desprejuiciado, y atento, caso por caso, el que ha de ir estableciendo y definiendo la calidad, las fortalezas, así como dificultades y debilidades que presenta alguna versión o traducción de la Biblia. Después y, como ya he dicho, es posible que en la traducción de un determinado pasaje una determinada versión de la Biblia sea la mejor; pero también es muy posible que respecto de la traducción de otro pasaje, esa misma versión sea la menos acertada; lógicamente, también cabe la posibilidad de que en la traducción de otro pasaje, esa misma versión simplemente sea tan acertada o desacertada como otras o las demás. 

En conclusión, la calidad textual de una determinada traducción o versión de la Biblia es un asunto a demostrarse y fijarse caso por caso, y no en alguna afirmación general con base en los prejuicios que tengamos respecto de ella, a favor o en contra.   
 


¡Hasta la próxima!


  




«Toráh» versus «ley», otra reflexión crítica en torno a la forma cristiana de asumir ciertos conceptos judíos



Cuestiones de traducción y teología bíblicas 


Héctor B. Olea C.

En un comentario que externé recientemente, afirmaba que, a pesar de que es hoy el texto hebreo la base textual para la exégesis del AT; a pesar de lo tanto que se ha hablado y, quizás hasta presumido, del descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto en 1947; por lo general los agente difusores de la Biblia (cristianos por supuesto), insisten en traducir ciertos pasajes del AT (que posteriormente alcanzaron cierta relevancia para la teología del NT), en una forma que se ajusta más a la relectura cristiana de dichos pasajes (mediante y conforme a la versión griega de los mismos), y no de acuerdo al sentido propio de tales pasajes en el texto hebreo.

Para la ocasión en que hice mi referido comentario, utilicé como caso ilustrativo el empleo de la palabra «virgen» en la traducción de Isaías 7.14 (por ejemplo, en la Reina Valera 1960).

Pero para este artículo, el caso a analizar como ilustración, es el empleo en las traducciones cristianas de la Biblia, específicamente en el AT, de la palabra «ley», cuando en el texto hebreo la palabra e idea que está en juego es la de «Toráh».

De entrada, es preciso tener bien presente que la palabra «ley» tan manoseada por los cristianos, no es muy acertada, pues comunica un sentido que no es precisamente el que domina en el contexto de la religión hebrea, ni en el texto hebreo (el llamado AT sólo por los cristiano), en el uso de la palabra “Toráh”. El uso frecuente de la palabra “ley” se debe a la influencia de la Septuaginta, como fuente y vía de acceso al texto del AT de los primeros cristianos y de los autores mismos del NT.

Consideremos ahora algunos ejemplos de la traducción en la Septuaginta de la palabra “toráh” en algunos textos importantes del Tanaj (AT). Esta traducción es la que también explica la presencia de la palabra “ley” en muchas de las versiones castellanas de la Biblia.

Éxodo 13.9 “Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto.

Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”      
Septuaginta: “nómos”  

Deuteronomio 28.58 “Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS.

Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”      
Septuaginta: “nómos”  

Josué 23.6 “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra.

Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”      
Septuaginta: “nómos”  

1 Crónicas 22.12 “Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios.

Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”      
Septuaginta: “nómos”  

Esdras 7.26 “Y cualquiera que no cumpliere la ley de tu Dios, y la ley del rey, sea juzgado prontamente, sea a muerte, a destierro, a pena de multa, o prisión.
Reina Valera 1960: “ley”

Texto hebreo: “dat” (tanto en la expresión “ley de tu Dios” como en “ley del rey”)         
Septuaginta: “nómos”  (tanto en la expresión “ley de tu Dios” como en “ley del rey”).

Salmo 19.7 “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”

Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”      
Septuaginta: “nómos”  

Un caso sumamente interesante y especial lo constituye el Salmo 119 (un himno a la «Toráh»). Quiero hacer resaltar el uso de la palabra «ley» en el Salmo 119, pues por lo general este pasaje es muy usado como caso que ejemplifica muy bien el papel de la Biblia en nuestras comunidades de fe.

Pues bien, en el Salmo 119, la palabra “ley” se encuentra en veinticinco (25) ocasiones, en la manera siguiente: Salmo 119.1, 18, 29, 34, 44, 51, 53, 55, 61, 70, 72, 77, 85, 92, 97, 109, 113,  126, 136, 142, 150, 153, 163, 165, 174. Ahora bien, estas veinticinco (25) ocasiones en que la Reina Valera de 1960 aparece la palabra “ley”, el texto hebreo tiene la palabra “toráh”, y la Septuaginta la palabra “nómos”.

Como se puede ver, es la influencia de la Septuaginta la que explica tanto la forma en que las versiones y traducciones castellanas de la Biblia han empleado la palabra “ley” (cuando el hebreo emplea la palabra “toráh”) y la forma y presencia de la palabra “ley” en el Nuevo Testamento mismo, en textos y contextos en los cuales en el pensamiento hebreo subyacía el concepto de la “toráh”.

Ahora, la pregunta lógica es: ¿Es “ley” el sentido primario de la palabra hebrea «Toráh»?  

El “Diccionario del Judaísmo” de Johann Maier y Peter Schafer, publicado por Verbo Divino en 1996, habla de la «Toráh» en la siguiente forma:

“El significado básico de Toráh va en la línea de «instrucción» o «doctrina». Traducir el término simplemente por «ley» como hicieron las versiones latina (lex) y griega (nomos), cubre sólo un aspecto menor del significado, y entraña un reduccionismo que puede dar lugar a diversos malentendidos. 

Para el judaísmo talmúdico, la futura era mesiánica no supondrá la abolición de la Toráh ni su sustitución por otra nueva -como se afirma en la carta a los Romanos (Romanos 10.4)-, sino que producirá su plena y más exacta comprensión, puesto que ahora, en el presente, está oscurecida por sus inevitables confrontaciones (Esdras 8.7).

En la época moderna, el judaísmo ortodoxo mantiene con la mayor firmeza la absoluta inmutabilidad de la Toráh, mientras que el judaísmo reformado se inclina a prescindir de bastantes conceptos tradicionales relacionados con la interpretación y la comprensión de la Toráh” (páginas 396-397).

Una realidad que hay que tomar en cuenta es que el judaísmo, como el cristianismo nunca ha sido monolítico, por lo tanto dependiendo la corriente del judaísmo de que se trate, los conceptos e ideas que se asocien a la palabra Toráh pueden cambiar, ser muy diversos y hasta inaceptables para las otras corrientes. Por ejemplo, mientras que el judaísmo rabínico de corte fariseo asume y maneja el concepto de “Toráh Escrita” y “Toráh Oral” (así también el judaísmo calabalístico; esto explica la importancia que tiene, por ejemplo, el Talmud, la Mishná y la Tosefta para el judaísmo rabínico; y el Zohar para el judaísmo cabalista, en sus reflexiones teológicas, como obras de referencia prácticamente obligatoria); por su parte, el judaísmo caraíta no lo acepta, como tampoco lo aceptaron previamente los saduceos. Por otro lado, el judaísmo cabalista de corte místico y esotérico habla de la Toráh en la siguiente forma:

“Un apodo adicional de la Cabalá es: Nishmeta de Oraita (el alma de la Torá). La misma posee una personalidad viva dueña de un cuerpo y un alma. La mayoría de las enseñanzas tradicionales tales como la Mishná, la Guemará y la Halajá se ocupan del “cuerpo”, del aspecto revelado de la Torah; (las halajot principalmente son apodadas en la Mishná como “gufei Torá” o sea los cuerpos de la Torá), en cambio en la Cabalá se descubre la parte oculta que hay en ella.

Ambos puntos de vista de la Torá no sólo expresan estratos diferentes de ella misma sino que también se dirigen a distintos estratos de nuestro ser interior.

La parte externa o “jitzoniut ” está dedicada en su mayor parte a la rectificación de la vida a nivel del aspecto revelado de la realidad: antes que nada la vida en la práctica, y por extensión también la vida del alma existente en los estratos espirituales relativamente revelados.

La Cabalá, por otro lado, está dedicada al arreglo y corrección de los niveles ocultos y más profundos del hombre y desnuda los procesos más profundos del mundo y del alma. Nos posibilita entonces experimentar esas capas y hacerlas crecer” (fuente: http://www.dimensiones.org)

De todos modos, un concepto bastante popular y prácticamente común a todas las versiones del judaísmo, incluyendo al judaísmo mesiánico, es la «Toráh» para referir especialmente al código mosaico, los escritos atribuidos a Moisés (los primeros cinco libros del AT, y primera sección del Tanaj). Este uso peculiar de la palabra Toráh es al que por lo general la tradición cristiana ha señalado comúnmente con la palabra griega “Pentateuco”, precisamente por la influencia de la Septuaginta.

Este uso de la palabra «Toráh» es tan vital para la fe hebrea, que son muchos los que dentro de la religión judía piensan que el resto de los libros del Tanaj (los neviím y los ketuvím) no son más que explicaciones y comentarios de la Toráh de Moisés. Es más, creo que no podemos perder de vista aquí el hecho de que los samaritanos y los saduceos (a diferencia de los fariseos, esenios, caraítas y otros), sólo aceptaban como textos sagrados y normativos, el conjunto de los libros que componen la «Toráh» de Moisés.  

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿por qué se empeñan los cristianos en traducir con la palabra «ley», la palabra hebrea «Toráh» (instrucción)? ¿Por qué no seguir, por lo menos en los pasajes del AT, el sentido de la palabra hebrea que está en el texto hebreo? ¿Por qué insistir en seguir la Septuaginta y su empleo de la palabra «nomos» («ley») como traducción de la hebrea «Toráh»? ¿Cuál es por fin, hoy, la base textual para la exégesis del AT, la Septuaginta o el texto masorético?

Pienso que no es criticable, sino muy legítimo, que se traduzca «ley» en el NT, en las citas de pasajes del AT que ponen de manifiesto que el autor del NT utilizó la versión griega (que traduce a «Toráh»  con «nomos», «ley»),  y no el texto hebreo del pasaje que se trate. Lo inadmisible es que, como para armonizar y allanarle el camino a la reflexión teológica de los autores del NT, se traduzcan los textos del AT en conformidad texto griego y no al texto hebreo; traduciendo y comunicando el sentido de la palabra griega «nomos» («ley»), y evitando el sentido de la palabra hebrea «Toráh» (instrucción), que es la que al fin y al cabo está en el texto hebreo.

En resumen, es muy cuestionable que en el AT se traduzca la palabra «Toráh» (instrucción), con la palabra «nomos» («ley»), en cierta forma manipulando el sentido del texto hebreo; a fin de allanarle al camino a la reflexión cristiana que tiene como punto de partida el NT mismo, a la lectura y apropiación cristiana del AT.

Que los autores del NT hayan empleado la palabra ley (griego «nomos»), es comprensible, pues por lo general dependieron de la versión griega como vía de acceso al AT; pero es inadmisible que se emplee dicha palabra en la traducción de pasajes del AT, pasajes que en realidad emplean la palabra hebrea «Toráh» (instrucción). 

Finalmente, es insospechable todavía, quizás, cómo esta traducción cuestionable de la palabra hebrea «Toráh» (instrucción), en la Septuaginta misma, en las apelaciones al AT por parte de los autores del NT, y luego en las traducciones cristianas del AT; ha fomentado la presencia de un excesivo legalismo en la religión, teología y esperanza judías.   



¡Hasta próxima!

Si «día de reposo» equivale a «sábado», ¿Por qué evitar el uso de la palabra «sábado»?


Si «día de reposo» equivale a «sábado», ¿Por qué evitar el uso de la palabra «sábado»?

Un interesante caso de inconsistencia en la serie Reina Valera

Héctor B. Olea C.

A propósito del mes la Biblia, quiero llamar la atención respecto de una notable inconsistencia y situación un tanto contradictoria en la historia de la versión Reina Valera. La problemática en cuestión tiene que ver con el empleo de la expresión «día de reposo» (equivaliendo a sábado, el séptimo día de la semana).

Pues bien, la expresión «día de reposo» (equivaliendo a «sábado», el séptimo día de la semana) con un asterisco al pie de página llamando la atención de la persona lectora) se la encuentra en el AT (claro está en la versión Reina Valera 1960), 62 veces en 52 versículos bíblicos.

En relación al NT, la misma se la encuentra 51 veces en 46 versículos bíblicos.

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Emplearon las anteriores versiones de la serie Reina Valera, la expresión «día de reposo» (equivaliendo a «sábado», el séptimo día de la semana)?

Respuesta: No. En realidad, la expresión en cuestión es un recurso que comienza a emplearse sólo a partir de la revisión de 1960.

En efecto, es preciso decir que la elección de cualquier pasaje al azar donde en la Reina Valera 1960 se lea la expresión “día de reposo” (equivaliendo a «sábado»), al leerlo tanto en la Biblia del Oso (la original obra publicada por Casiodoro de Reina en 1569), como en la revisión de esta publicada por Cipriano de Valera en 1602; pondrá de manifiesto que en realidad ninguna de estas dos obras se empleo la expresión “día de reposo” (equivaliendo a “sábado”, el séptimo día de la semana), como comienza a utilizarse en la revisión de 1960.

Por otro lado, un estudio minucioso de la expresión “día de reposo” con base en la Reina Valera 1909, pone de manifiesto que ni siquiera en la revisión de 1909 se empleó la expresión “día de reposo” (equivaliendo a “sábado”). En consecuencia, la única conclusión plausible es que la expresión “día de reposo” (equivaliendo a “sábado”) no se empleó nunca antes en serie Reina Valera hasta llegar a la revisión de 1960, ni siquiera en la revisión de 1909.

Además, en un pequeño folleto o librito titulado «Principales objeciones al trabajo de revisión hecho al Reina Valera en 1960» y de la autoría de Felix Arana, se sugiere que el empleo de la expresión “día de reposo” en lugar de “sábado, y con un asterisco al pie de página para indicar “Aquí equivale a sábado”; es un recurso o fenómeno que se origina específicamente en la revisión de 1960, cito: “Otra objeción de importancia que se ha presentado al trabajo de revisión tiene que ver con el cambio de sábado a día de reposo” (página 21).

Ahora bien, resulta muy llamativo que en la revisión a la Reina Valera del año 1995, las Sociedades Bíblicas Unidas tomó la decisión de dejar de lado, de no emplear más la expresión “día de reposo” (equivaliendo a “sábado”, el séptimo día de la semana). Por tal razón, en la revisión de 1995, la serie Reina Valera, vuelve a ponerse a tono con las anteriores revisiones de la serie, con las anteriores a la revisión de 1960.

Pero penosamente y, de manera un tanto incomprensible, la más reciente revisión de la serie Reina Valera, la llamada «Reina Valera Contemporánea», se aleja de la práctica asumida para la revisión de 1995 (que emplea directamente la palabra “sábado” en lugar de “día de reposo”, para hacer referencia al séptimo día de la semana), y retoma el ejemplo de la revisión de 1960 (que evita usar directamente la palabra sábado, y en su lugar emplea la expresión “día de reposo”, aunque apuntando al sábado, como séptimo día de la semana), en sentido contrario no sólo a la Revisión de 1995, sino de  todas las revisiones anteriores, incluso la revisión de 1909 que no emplearon la expresión “día de reposo”.

Para concluir, quiero utilizar dos pasajes del AT y dos del NT, para ilustrar de la mejor manera lo que estoy diciendo. Los dos cuatro pasajes a mencionar y a leer consecutivamente específicamente en las revisiones de 1909, 1960, 1995 y la Reina Valera Contemporánea 2011, son: del AT, Números 28.9 y Deuteronomio 5.12. Del NT, Marcos 6.2 y Lucas 4.16.

Primer caso: Números 28.9

Reina Valera 1909: “Mas el día del sábado dos corderos de un año sin defecto, y dos décimas de flor de harina amasada con aceite, por presente, con su libación:”

Reina Valera 1960: “Mas el día de reposo,* dos corderos de un año sin defecto, y dos décimas de flor de harina amasada con aceite, como ofrenda, con su libación”

Reina Valera 1995: “»Pero el sábado ofrecerás dos corderos de un año, sin defecto, y dos décimas de flor de harina amasada con aceite como oblación, con su libación

Reina Valera Contemporánea (2011): “»El día de reposo presentarás como ofrenda dos corderos de un año y sin defecto, y cuatro litros de flor de harina amasada con aceite, junto con su libación

Segundo caso: Deuteronomio 5.12

Reina Valera 1909: “Guardarás el día del reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado”. Observación: Como para complicar las cosas, de manera inexplicable, inconsistente y hasta contradictoria, la Revisión de 1909 asume una postura que, posteriormente, sería la asumida en la revisión de 1960, al emplear la expresión “día de reposo”, en lugar de “sábado”. 

Reina Valera 1960: “Guardarás el día de reposo[a] para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado

Reina Valera 1995: “»”Guardarás el sábado para santificarlo, como Jehová, tu Dios, te ha mandado

Reina Valera Contemporánea (2011): “”Observarás el día de reposo y lo santificarás, como yo, el Señor tu Dios, te lo he ordenado

Tercer caso: Marcos 6.2

Reina Valera 1909: “Y llegado el sábado, comenzó á enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?

Reina Valera 1960: “Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
Reina Valera 1995: “Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndolo, se admiraban y preguntaban: —¿De dónde saca éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?
Reina Valera Contemporánea (2011): “Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados: «¿De dónde sabe éste todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros?

Cuarto caso: Lucas 4.16

Reina Valera 1909: “Y vino á Nazaret, donde había sido criado; y entró, conforme á su costumbre, el día del sábado en la sinagoga, y se levantó á leer

Reina Valera 1960: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo* entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”

Reina Valera 1995: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer

Reina Valera Contemporánea (2011): “Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer las Escrituras

Al final, después del análisis aquí expuesto, cabe preguntarse si en la decisión adoptada para la revisión de 1960, estuvo la intención de no hacerle concesión alguna a la Iglesia Adventista del Séptimo día, así como a otros movimientos sabáticos. Bueno, si bien no podemos dar una respuesta conclusiva a esta pregunta, llama la atención el hecho de que a pesar de los argumentos empleados por el quipo responsable de la revisión de la Reina Valera 1960; el caso es que para la revisión de 1995, se dio un giro, y se retomó la práctica de las revisiones anteriores a la de 1960, en las que por lo general se empleó directamente la palabra «sábado», y no la expresión «día de reposo».

Al final me pregunto: si la expresión «día de reposo» equivale a «sábado», ¿por qué, pues, no usar directamente la palabra «sábado»? Además, si el empleo de la palabra “sábado” en la Revisión de 1995, se podría considerar una rectificación necesaria respecto de la histórica postura asumida por las revisiones anteriores a la de 1960, ¿por qué en la más reciente revisión de la serie, la llamada «Reina Valera Contemporánea» (2011) se adoptó de nuevo la practica observada en la revisión de 1960? ¿Se… se entiende? 

¿Se nota o no, la inconsistencia?


¡Hasta la próxima!